La mala noticia es que la mayoría de las mujeres siguen trabajando en empleos informales, en malas condiciones laborales y sin ganar un salario digno. Lo mismo ocurre con la participación de las mujeres en la política: cada vez participan más mujeres, pero siguen siendo muchas menos que los hombres, y casi ninguna de ellas en puestos directivos. En parte, esto se debe al lento cambio de actitud de los hombres hacia el liderazgo femenino y la capacitación económica.